viernes, 17 de abril de 2015

Doy gracias

Como en todo viaje hay momentos buenos y no tan buenos. A veces en los no tan buenos hace falta un cable a tierra que nos recuerde porqué emprendimos la aventura, pero no sólo eso, tal vez cuando nos ponemos nubes grises hace falta recordar el amor y la dicha que nos rodea.

Mes y medio después de llegar a Francia, cuando las cosas no van del todo bien, cuando internalizo el paso que hemos dado. Cuando el contacto por whatsapp, skype o incluso hangouts no basta. Cuando mi mamá no está para abrazarme después de una búsqueda infructuosa de trabajo. Cuando el frío pega y lo único que necesito es un “Te quelo” de Luciana. Cuando llega ese momento –normal después de un cambio tan grande- sólo queda atarse a los recuerdos y a los momentos vividos: Disfrutar esas charlas por skype como si fuesen en algún café caraqueño, en el porche de mi abuela o en el patio de Sabaneta.

Cuando lees que lo que dejaste no va mejor y te das cuenta que en el país al que llegaste siempre serás un extranjero. Cuando tus abuelos, tus tíos, tus primos y tus amigos no están cerca. O simplemente cuando te sientes desubicada por no tener violín en el metro, o cuando te ríes muy duro. Ahí, justo ahí, me toca buscar en mi memoria las sonrisas de los míos y aferrarme a eso. Aferrarme a que sí los volveré a ver, aquí o allá, con o sin CADIVI. Quedarme pegada en lo malo es taparme los ojos sin poder seguir. Paralizarme por el miedo o la distancia no cuenta. Hay que seguir.

Me queda ver como mis abuelos aprenden a usar los chats mientras me muestran a Tita. Como mis hermanas crecen o como una amistad por whatsapp es fría, pero siempre es amistad. Me queda recordar sin dejar de mirar a mi alrededor  y dar gracias por todo, sí, por todo.


Doy gracias por vivir en una de las ciudades más bellas del mundo. Doy gracias por estar con Fede, recorriendo estas calles y asombrándonos juntos de lo maravilloso que este país. Doy gracias por tener a Fabi, tan distinta a mi, tan ella, tan mi hermana, tan mi mejor amiga. Doy gracias por tener una familia aquí, que no se rie como yo, que no entiende que es un chinazo,  que no conoce toda mi historia, pero como familia a fin me da amor y se deja amar. Doy gracias por tener salud y aunque no me queden muchos euros en la cuenta y aun no consiga trabajo doy gracias, porque como me dijo una gran amiga “Siempre hay que ver el vaso medio lleno”.