sábado, 29 de mayo de 2010

Tapando goteras y descubriendo sorpresitas

Había llovido y las filtraciones dejaban que el agua pudiera pasar al interior de las celdas. La humedad se sentía por doquier y por esto el frío era el fiel compañero de la soledad. Esa noche no fue una de las mejores para Wilson José:

“Noooo convive me cago en la madre por la noche que acaba de pasar, de verdad que cagada”. Él había intentando tapar las goteras con una sabanas pero sus intentos fueron infructuosos. Llamó al policía de guardia a ver si este tenía plásticos que le permitiesen obstruir el paso del agua:

-Mira gualdia – dijo el preso, su voz retumbo en todo el pasillo-, chamo, panita.
Pero no tuvo respuesta inmediata
- Señol policía- dijo Wilson, un poco alterado por la molestia que le causaban las goteras.

Como a los diez minutos obtuvo por fin respuesta del guardia, pero no lo complació del todo. El policía solo le dijo que se esperara, que estaba ocupado y que dejara la gritadera que esto lo estaba ladillando. Wilson sabía que por mala suerte este hombre no era de los más panas. Era difícil de pedirle favores y no se dejaba comprar cor cigarrillos o licor como los otros. Era casi incorruptible.

- ¿Qué quieres menol?-dijo el guardia, en un tono de fastidio.
-Won si quieres te tardas más, ya me van a salir escamas de este agüero- respondió Wilson José.
-Bueno mariquito si te pones rebotado me lo vas diciendo y me voy por donde vine.
-No gueno…No te pongas así –dijo Wilson, ya bajando el tono y mucho más dócil-. Lo que pasa es que esta vaina se está inundando y ya las sabanas no me sirven pa’ tapar las goteras. ¿Tú no tienes por ahí un plástico o cualquier vaina pa’ taparlas?

El policía se sonrió de una forma picara y asentó con la cabeza, pero le dijo que eso le iba a costar caro. Wilson se sorprendió por los rumores que decían que este tipo no se dejaba comprar con nada, si hacia los favores era de buena nota. Entonces el preso le dijo: “Bueno te puedo dar algo mañana que mi mamá me trae comida”

- No caballero yo no cobro estás vainas con comida, eso no es lo que me hace más falta encerrado aquí.
-Coño y ¿Cómo hacemos? –respondió Wilson asombrado
-Yo te voy a buscar los plásticos y cuando te los traiga tú me vas a esperar acostadito y boca abajo – dijo el guardia, en un tono bien bajo- Fíjate que los presos no aprovechan mis debilidades por pensar que soy muy arrecho, pero se equivocan.

Wilson amaneció con un mal recuerdo, pero con las goteras tapadas por el plástico y con un “amigo” policía.

Con olor a tabaco

Ella lo conocía por fotos, por relatos, por la televisión y los libros de historia.
¿Cómo no conocerlo? Era el mayor visionario de la historia. Su papá le hablada cada vez que podía sobre él y le recomendaba documentarse y no conformarse con la información del sistema.

Para Julia era el más bello y atractivo. Con un aire rebelde y descuidado que lo hacía tan sexy y a la vez tan puro. Ese cabello la volvía loca. Sin orden caía por su cara y se encontraba sin domador con sus ojos. Negros como el azabache y con la profundidad de un abismo. Su mirada era un misterio, a veces con un toque de tristeza y de desasosiego pero otras con la fuerza de buscar un cambio social. No muy fuerte de contextura y muy débil de salud por sus ataques de asma, por lo duro de sus andanzas y las bajas condiciones de subsistencia. Pero el lo había escogido así.

Era argentino de nacimiento pero su corazón lo convertía en un ciudadano de toda América Latina, buscando el cambio, o como algunos denominaban su pensamiento, buscando una revolución.

Prefirió dejar su casa llena de comodidades, la medicina como su profesión y a su familia para recorrer caminos latinoamericanos, a veces a pie y otras en motocicleta, ayudando gente y tratando de cambiar el mundo hacia la gran izquierda -Pequeña tarea-.

Con acento de no se dónde, con presencia de no se qué, con olor a tabaco, con los manos maltratadas por los manubrios de la moto y el frío de los andes. Con Alberto Granados a su lado como su gran amigo y compañero. Así lo amaba Julia tal y como era, no le importaba su fama de mujeriego y su mal humor. No le importaba que hubiese muerto unas décadas antes de su nacimiento, que su causa hubiese sido tan tergiversada y que su amor fuera obviamente imposible.

Para Julia seguía siendo el mejor de lo hombres. Bello, inteligente, idealista y al que alguna vez el mundo dijo: “Hasta siempre Comandante”.

Triunfo. Sorpresas y un mayor de edad (cuento 3)

El lacito del cuello me apretaba. Como los pantalones eran prestados me quedaban un poco cortos, y ni hablar de los zapatos, eran de días de elegancia, los de bodas, primeras comuniones y demás menesteres familiares. Mi tía Julia me a había hecho la segunda para trabajar aquí como mesonero (estos tigres no caen nada mal, además de unos realitos extra). El triunfo de la revolución ameritaba una fiesta a lo grande. Nuestro presidente había vencido y la celebración se escuchaba por todo el país.

Salió la primera bandeja de tequeños, la gente se volvió como loca… No me quedó ni uno. Empezaron a salir las botellas de whisky mayor de edad, yo debía aprovechar, muy pocas veces en la vida se tenía la oportunidad de tomar esta exquisitez. ¡Y gratis! Así vinieron uno tras otro. Nadie se daba cuenta que me estaba cayendo a curdita.

En una de esas salidas apresuradas de la cocina vi una movida extraña. Un grupo de hombres fuertemente armados entraron por la puerta trasera. Pensé que eran los Tupa -Siempre con sus apariciones sensacionales para apoyar al presidente-. Seguí mi ronda. Ya estaba más alegre, el lacito del cuello me lo había quitado -me apretaba mucho- y tenía los ojitos brillantes.

De repente un griterío me asustó, escuché: “Todo el mundo al suelo”. Justamente después levante la mirada y yo era el único que estaba de pie. Me lancé, eso si, sin dejar caer mi vaso (borracho que respeta no tumba un 18 años). Los hombres que había visto en la cocina no eran de los Tupa. Eran unos supuestos paramilitares de derecha que quería matar al presidente de una vez por todas.

De verdad no me inquieté por mi comandante. Había escucho que tenía como diez escoltas que eran capaces de morir por el, además, ¡Es Chávez!. Todo el mundo lo defendería a muerte. Me escurrí hacia la cocina, antes de poder salir vi tres botellas de 18 años y no dude. A mi compadre le iba a gustar tomarse unos palitos de esta ricura jugando domino.

Elefantes Rosados

Cuento modificado de Dumbo, hecho para la uni.

Todos estaban felices por la llegada de sus pequeños retoños. La vida del circo giraba en torno a esto, pero yo seguía solo, sin pareja, sin nada de compañía. Vendiendo maníes cada noche sin perro que me ladrara. Nadie puede decir que no busqué pareja, si lo hice. Las leonas eran muy feroces, los jirafas muy altas, las hipopótamo ya tenía compañero y ni hablar de las elefantes, todas solteronas y gritonas al verme. Seguía solo en la vida, cada vez que conocía un ratón en las ciudades donde el circo llegaba, prefería quedarse en la comodidad de su casa sin tomar el riesgo de partir conmigo a la aventura.

Llegó la hora. Las cigüeñas sobrevolaban el circo. Que mal humor. Me asomé en cada jaula para ver los retoños – tal vez una actitud masoquista, pero la curiosidad me mataba- No puedo negar que eran lindos, todos con sus ojitos brillantes y sus colitas moviéndose de felicidad. ¡Ay no, ya me puse sentimental! Cuando llegué a la jaula de los elefantes lo vi. No era un rumor lo que decían, en realidad era feo y orejón.

Nunca me importaron los defectos físicos de los animales. Qué podía pedir. Soy un ratón que mide 10 cm, peso 4 gm y mis dientes son de lo más grande. Al ver como todo el mundo rechazaba a ese elefante por su evidente fealdad -aunque su mamá dijera que era cuchi y tierno-. Tomé la decisión de hacerme su amigo, o tan solo convertirlo en mi compañía. Necesitaba alguien con quien tomar el resto de licor que dejaban los domadores cada noche, alguien que me acompañara a fumar mis cigarritos de esa plantita que había encontrado en la carpa de la vidente.

Después de varios meses nos hicimos amigos, bueno, compañeros de farra. Tomábamos cada noche y nos olvidábamos de nuestras penurias y complejos, pero la mejor de las noches fue la de ayer. Después de la función busqué unas hojitas de la planta rara que tranquilizaba a la gente y la ponía feliz. Comenzamos a fumar. Sin contar unos restos de licor que bebimos. Vimos elefantes rosados que cantaban y bailaban, nos relajamos y hasta descubrimos que él podía volar cuando estaba relajado. Adoro esa planta, me desinhibe e hizo volar a mi amigo.

Caballito simpático (cuento)

Ccs 22 de abril de 2008


Carlitos era niño normal, alegre y con mucha imaginación. Sus tardes las pasaba en compañía de sus primos jugando y encaramado en los árboles del patio de su abuela. Soñaba con ser un gran veterinario porque lo apasionaban los animales, en espacial aquel caballito que había visto en un libro de cuentos infantiles que tenía un cuerno en la cabeza.

Un día en el almuerzo. Al regresar del colegio. Le comentó a su mamá la admiración que sentía por el equino que había visto en sus cuentos. En sus palabras de niño le dijo que le parecía puro, amigable y muy lindo. Que quería tener uno por su cumpleaños. Su mamá sonrió con cierta sorpresa y le dijo que eso era imposible. El pensó que era un asunto económico o de espacio, pero su mamá tumbó toda expectativa al decirle que los unicornios no existían. ¿ Cómo no iban a existir? Si se veía tan real en su cuento. Pensó que seguro era una excusa más de adultos para salir del paso y despreocupado salió a jugar.

Al cabo de unas horas las palabras de su mamá volvieron a su cabeza pero tenía pensada una solución. Él asistía a un colegio católico donde le enseñaban a los niños a hablar con Dios todas las noches para hacerle peticiones y para darle gracias por la vida. ¡Claro! Si Dios ayudaba a los niños pobres y sin casa por qué no ayudarlo a él a tener su unicornio. Esa noche al acostarse realizó su oración acostumbrada pero añadió su mascota tan deseada.

El día siguiente al despertar no quería abrir los ojos por la expectativa de tener el unicornio al pie de su cama. Pero no, no estaba. Partió con un poco de desilusión pero pasó la mañana con normalidad. Al regresar del colegio ya había olvidado su petición y sin mayor afán abrió la puerta de su cuarto para dejar su bolso. El unicornio estaba ahí, un poco incomodo por el tamaño del cuarto y pisando sus carritos. Estalló de felicidad, lo acarició y jugueteó con el. Después de unos minutos pensó en llamar a su mamá para que se diera cuenta que estaba equivocada pero entendió que estos animales solo los pueden ver los niños que creen con fuerza en Dios y no hacen llorar a nadie.

Historia alterna 3

Esto también lo escribí para una práctica
Una perra letrada


Eres despreciable, me ves como algo inferior sin importar mis sentimientos. Menosprecias mis capacidades y además denigras a esta carrera ¿Qué coño haces aquí siendo profesora?

Desde el primer día que entré en tu salón de clases dejaste bien claro que eras superior, me dijiste que eras la única Valentina en aquel salón, que todos los miércoles a esa hora yo sería simplemente María ¡Que bolas tienes! Eres tan egocéntrica que no soportas que haya una persona que se llame igual a ti.

Tú eres una porquería -porque decirte mujer te queda grande- y sin motivo alguno me raspaste. Sí, me raspaste. Siempre dije que el profesor no te raspaba, que cada uno se dejaba joder, pero no, tú me raspaste. ¿Cómo por tu culpa llegué a pensar que mi vocación no era ser periodista? Eres una perra con todo y collar. Siempre diciéndome que escribía muy mal, que era imposible que estuviera a este nivel siendo tan mala, en fin, que no podía ser periodista. Nadie tiene derecho a tratarme así por más PHD que sea.

Tu mirada me trasmitía desprecio, tu descontento con la vida me daba lastima y esa frustración de no haber podido ser comunicadora social fueron las característica que me hicieron pesar que no era sólo yo, que tenías un peo y grave, pero coño por qué pagarla conmigo. Sé que me dirías que no te gusta como escribo, que estas materias son subjetivas y que no tenías la culpa. Me tuve que esforzar mucho para que mis escritos fueran perfectos, pero siempre le encontraste algo. Hasta llegué tan bajo de darle mi práctica a un pana para que la corrigiera su profesora, como era de esperarse paso de 5 a 18 puntos. Puta de mierda. Te detesto contada mi alma.

Pues a mi no me jodes, intenté llevarte a consejo de escuela, pero no funcionó, simplemente me dijiste que era tu palabra contra la mía. Que era mala y no me podías mentir. Que eras la profesora. Odio maldecir, pero te maldije con el alma.

¿Cómo podías ser tan cínica? ¿Cómo podías joderme tanto? ¿Por qué la gran UCV tiene a profesores tan bajos como tú? ¿Cómo aprovechas tu estatus para drenar tus miedos personales o hasta tu falta de sexo? ¿Cómo me pudiste joder el semestre, si estaba probado que no era mala escribiendo? Cómo, por qué, interrogantes que no me logro responder, sólo sé que eres una perra y que te detestaré toda la vida por hacer que me atrasara 2 semestres en mi carrera ¡UYYYYYYY, lo recuerdo y me da una arrechera gigante!

Simplemente añoro tenerte en frente para decirte todo esto y veas como puedes llegar a hacerle mucho daño a cualquier alumno con tu actitud de superioridad y menosprecio.

Historia alterna 2

Prácticta de Taller de redacción 2...Narrativa

Sólo pedías ser feliz

Respirando profundo algún día llegaste a pensar que tu vida era la mejor, pero no. Estudiabas lo que querías, tenias una familia maravillosa, un novio que te amaba -o él pensaba amarte- y un trabajo con un buen sueldo que te resolvía la parte material. ¿Qué más podías pedir? Podías pedir paz y tranquilidad, un futuro verdadero y el complemento perfecto para ser feliz. ¿Sonarías inconforme? No. Alegría y felicidad es lo que le exigías a la vida.

Arrugando los ojos despiertas cada mañana. Sólo de pensar que vendrá un nuevo día, te pone de mal humor. Tienes marcas de tus uñas en las manos que expresan lo perturbada que estás hasta en sueños, el pelo parado y un espejo que te grita que no eres la mujer más agraciada del mundo.
¿Por qué esta maldita vida te tocó a ti?

¿Por qué tu papá no estuvo ahí cuando lo necesitaste? ¿Por qué el amor no te da la mano y te ayuda a ser feliz? ¿Por qué ese amor que creíste tener se te quiebra en la manos como la cosa más frágil del mundo, después de haberse pintado tan fuerte y duradero? ¿Por qué la única solución que ves a tanta tristeza es caminar a la primera estación de metro y conocer de cerca los rieles por los cuales pasan tantas vidas caraqueñas todos los días?

Esa tarde caminaste al metro viendo como las calles de Caracas seguían sumergidas en el cotidiano caos que las caracteriza. Nada valía la pena. Buscabas circunstancias inciertas que te ayudaran a pensar que sí valía la pena seguir librando la batalla de la vida. Cosas que en algún momento te alentaron a vivir: la sonrisa de un niño, las ganas de trabajar de un buhonero o simplemente el deseo que afloraba de la piel de una pareja en cualquier plaza mientras se besaban. Pero no. Nada te producía ese anhelo de seguir.

Entraste en la estación con un vacío en el pecho, las manos te temblaban y los latidos del corazón comenzaban a acelerarse cada vez más. Personas pasaban a tu lado conversando de todo y de nada, de amores y pesares, pero por tu mente sólo pasaba el hecho de morir. Sí, morir porque esta puta vida te tiene loca.

Compraste el boleto y pasaste los torniquetes. Pensabas que sería la última vez que verías todo esto, simplemente la última vez que respirarías. Por momentos el miedo te invadió, pero seguiste caminando por inercia hasta el fin. Por ser las 5pm la estación estaba full se habían formado colas para abordar los vagones. Llegó el primer tren y nisiquiera estuviste a metros del borde. Vino el segundo, todo el mundo abordó y quedaste de primera en la cola, perfecto para saltar apenas aparecieran las luces del próximo tren. Volteabas para todos lados, pensabas en cómo quedaría tu cuerpo, qué habría en la muerte y un sinfin de cosas. Todo terminó, la tortura de esta mierda de vida acababa para ti.

Respirando profundo algún día llegaste a pensar que tu vida era la mejor, pero no.

Mi mayor privilegio

Revisando archivos viejos me encontré con esto...

Escuchaba a mis padres hablar sobre aquella universidad que había cobijado sus sueños y alegrías, donde Isaac Chocrón había dedicado algunas horas sólo para ellos, para enseñarles lo bello del cine y lo profundo de la dramaturgia. Sí, esa Universidad que según ellos te permitía ser tú, poder leer, cantar, actuar, recitar, sin miedo a sentirte juzgado. La gran UCV.

Contaba con tan sólo 6 años cuando entrando al Aula Magna para ver “La Viuda de Pérez” (obra teatral infantil) pregunté si ésta era la tan famosa universidad de la cual ellos hablaban. Sí, era esta. Mi mamá me explicó de una manera clara y con palabras fáciles de entender, que estos jardines habían sido el juez que los había casado y que en esta “Tierra de Nadie” las dos semillitas se juntaron para que yo me formara. Uffffff… Fui hecha en la UCV.

Simplemente desde que soy del tamaño de una hormiga mi vida está guiada a ser ucevista. ¡Tenía que estudiar aquí! Desde que comencé a formar mis metas, sé que ser ucevista sería y es mi mayor logro. En fin, un privilegio.

Privilegio por ser parte de la universidad que cuenta con los mejores profesores, con los pensadores más agudos y con una fauna de personajes que te enriquece cada día, con los cuales puedes conversar de aéreo-dinámica como de poesía y de las frivolidades más fuertes, sin caer en grandes polémicas. Yo como ucevista me puedo sentar en “Tierra de Nadie”, en la plaza cubierta, en los pasillos de medicina sólo a leer, o a plantearme disertaciones de la vida, que talvez no me llevarán a ningún lado, pero que producen chispas en mi vida. Ser ucevista me lleva a lo profundo y lo mundano, me habré las puertas a la academia.

¿Ucevista? Palabra que me define. Persona que es libre de pensar y de opinar. Persona con capacidad de reflexión y ganas de vivir. Seres que confluyen en diferentes espacios para compartir pensamientos y sentimientos. El ucevista ama la UCV, y quiera o no, vive la vida universitaria plenamente.

Cualquier persona podría argumentarme que ser ucabista o usemista es la misma cosa o mejor, pero no estoy compitiendo, sólo quiero dejar bien claro que ser ucevista es un privilegio. Estudiar aquí me permite ser yo sin problemas. Estudiar en la UCV me lleva a compartir con personas que fueron y serán líderes y grandes pensadores. Recibir mi título en el Aula Magna bajo las nubes de Calder y la mirada de mi mamá y sé que dónde quiera que esté la mirada de mi papá, hace que se me llene la vida de felicidad. Soy ucevista y es mi mayor orgullo. Fui hecha aquí, me estoy formando es estos espacios, con discusiones ricas y triviales pero que me llevan a ser lo que soy.

Historia alterna 1

Esto lo escribí hace algún tiempo en una materia de natarrativa de la universidad... A mí me gustó mucho.

Entre gemidos

¿Por qué insiste tanto si sabe que no quiero hacer nada? Trabajé todo el día en el periódico y no he tenido ni un minuto de descanso, pero como siempre, él quiere sexo. Me busca sin parar, me toca la mano como quien no quiere cosa, me dice que hoy estoy especialmente bella y que desea horriblemente hacerme el amor, pero yo, nada que me emociono.

Pasé todo el día pensando en tenerla en mis brazos, poderla tocar, besar todo su cuerpo, que gimiera en mi oído de placer y de lujuria. Toco su mano como un gesto de dulzura y me le acerco para decirle cosas bonitas “Sé que con las mujeres uno tiene que tener delicadeza y mucho tacto” Me excito sólo de verla. ¡Que bella es mi esposa! Sé que ella también muere de ganas por hacer el amor conmigo.

Al final cedo un poco y comenzamos a besarnos. Dejo que sus manos recorran mi cuerpo, mientras pienso que mañana tendré que cubrir una pauta que me parece muy fastidiosa. Acelero mi respiración intencionalmente, no quiero que piense que soy una frígida como algunas esposas de sus amigos. Le muerdo la oreja, paso mi manos entre sus piernas y me doy cuenta que él si está completamente excitado y yo más seca que el Sahara. Continuamos nuestro juego de seducción –Bueno el de él, porque yo sólo lo sigo- Me quita la ropa y va directamente a mi lugar más sensible y juguetón.

¡Coño! Por qué está tan seca, ya se, debe ser el aire acondicionado que seca todos sus fluidos. Voy a apagarlo. Me lanzo en la cama como un león. Beso sus senos y jugueteo con sus pezones, le chupo la oreja, paso mis manos por sus nalgas y con mi legua estimulo su clítoris. Brinca de cosquillas. Sé que lo estoy haciendo muy bien. Hoy presiento que va a ser un sexo fenomenal.

Él de verdad no ha entendido que no me produce nada. Chupa mi oreja y la llena de baba, pellizca mis pezones como si fueran plastilina ¡Que dolor! Y para colmo de males llegó hasta allá abajo y me está jodiendo con su lengua. Estoy muy seca y brinco cada vez que pasa por mi clítoris produciendo una sensación de incomodidad terrible.

Por fin se lo meto. ¡Ufffffff que bueno! Podría estar aquí por horas, bueno dudo que por horas con lo excitado que estoy. Siento como su cuerpo pide a gritos que siga y que la lleve hasta la gloria. Sus gemidos me excitan aun más. Me aruña toda la espalda y se aferra a mis nalgas dándome golpes. ¡Soy el mejor! En cualquier momento va a llegar y lo sé.



Me muevo para ver si teniéndolo adentro y haciendo estás cosas me produce algo. Aruño su espalda para descargar mi ladilla y golpeo sus nalgas para que entienda que no quiero que siga. Ah ah ah ah, todo una mímica, de verdad para que me haga llegar tendríamos que pasar aquí horas. Por mi mente lo único que pasa es el cerro de ropa que me espera para lavar, mientras él mirará su juego de Béisbol. ¡Que llegue ya!

Por fin llegó, él comienza a besarme tratando de buscar un buen “Pos”, pero ahora si me ladillo y le grito que me deje tranquila, que ya se había masturbado bastante con mi sexo y que dejara la vaina.

Pero qué hice mal, definitivamente las mujeres son unas locas. En el fondo sé que me dijo eso para intentar no subir tanto mi ego.

Tiempo robado

Vivo robándole tiempo al tiempo, vivo buscando pequeños momentos que le pertenecen a muchas cosas para hacer otras cosas y siempre me falta tiempo. Vivo cansada y con sueño.

Tratar de salvar al mundo desde mi pequeña esquina, me quita tiempo para culminar mi formación académica.

Alguien me dijo alguna vez que mi prioridad debían ser mis estudios, pero a esta persona se le olvidó que uno tiene que comer. También se le olvidó que cuando te apasiona tu trabajo y sientes que lo que haces puede contribuir un poquito más al progreso de otros, esas prioridades cambian y la individualidad pasa a un segundo plano. En unos años cuando mire hacia atrás no veré la clase tal que falté y que estuve inasistente, veré como ese poquito de no sé qué (ganas, contribuciones, corazón o como lo quieran llamar) fue mi intento para que este mundo fuese más humano.
Pero no todo es color de rosa (aquí empiezan mis contradicciones). Me encanta lo que hago pero sí me gustaría respetar un poco más la academia. Darle su lugar. Disfrutar un poco más mis últimos años en la Casa que vence las sombra (Universidad Central de Venezuela). Poder hacer un trabajo con calma y sin pensar en Refugio. Leerme una guía con placer y no con sueño luego de una jornada laboral. Echarme en tierra de nadie toda una tarde a pensar en todo y en nada, sin ser interrumpida por llamadas de la oficina donde ameritan mi presencia. Quiero poder dedicarles tiempo a mis amigos en los espacios que nos hicieron amigos. Quiero poder no tener que decir “Diez es nota y lo demás es lujo”. Pero no puedo. Tengo que trabajar para comer, tengo que seguir intentado salvar el mundo desde mi pequeña esquina.

Estudiar me quita tiempo para terminar de consolidarme como una pichona de defensora de Derechos Humanos.

Cada día tengo que hacer peripecias para responder a mis actividades de la universidad, robándole tiempo al trabajo (espero que si esto lo lee algunos de mis jefes no se moleste). Entre las miles de cosas que debo hacer como coordinadora de comunicaciones de una organización internacional de Derechos humanos, se cuelan mensajes a mis compañeros de la uni para ver que se dictó en la clase del día anterior, a la que no pude ir porque me quedé hasta tarde en la oficina o porque había algo que hacer fuera de ella. Unos cuantos párrafos del trabajo que debí terminar la noche anterior pero no fue así porque el sueño me venció. Una mañana cada semana que no acudo a la oficina porque tengo clases. No poder estar constantemente en el campo porque perdería mis materias por falta de asistencias.
Ya estoy cansada de no ser ni estudiante a tiempo completo, ni cuasi defensora de Derechos Humanos a tiempo completo. Soy un arroz con mango y no soy nada.

Mis tigritos le roban tiempo a mi trabajo, a la uni.


Trabajando en una ong (que no es financiada ni por la CIA ni por los rojos) mi sueldo da para un poquito más que comerme un cable, por lo tanto tengo que matar tigritos por aquí y por allá para por lo menos pensar en viajar en un año. Hago una corresponsalía internacional que me demanda investigación y dedicación (Sr. Lector sé que en este momento está pensando que es una tremenda oportunidad o como diría mi abuela Alicia “mi amor eso es curriculum”, lo sé) que debo restarle a mis otras dos actividades.
Pero la corresponsalía paga en verdes, la ong sigue siendo un trabajo “hermoso” y la UCV mi universidad.

El mercado, el coleto, la lavandería, la planchada y la cocinada me quitan tiempo para… Uhmmm no sé. Simplemente me quitan tiempo.

Tengo que admitir que estas cosas no me desagradan, a decir verdad las disfruto. Desde siempre he sido medio Susanita y la casita, el esposito, el perrito y todo lo que termine en ito, me han gustado. Pero cuando era chiquita y quería todo esto no contaba que también quería ser profesional, exitosa y divertida (uno cuando es chiquito si piensa mariqueras)

Y dónde queda Fede?

Fede queda con una compañera que llega en las noches luego de la universidad convertida en una cholita, con el rímel corrido, los pelos parados, los pies que le duelen y sin ganas de cocinar. Fede se queda con la valen no tan amable que vive ocupada y sacando tiempo de donde no tiene para expresarle todo su amor o su deseo. Fede paga los platos rotos.
Trato de no llegar como un coletico pero el cansancio no me lo permite. Peleo con el sueño y algunas veces lo venzo pero la mayoría él me gana. Pero espero que Fede sepa que lo amo como a nadie. Que es el mejor compañero del mundo y que algún día estaré en Aula Magna siendo toda una periodista, ganaré más plata y podré dedicarle horas y horas a él sin pensar en los refugiados, o Antollinez o simplemente dónde está más barata la leche o dónde están más bonitos los tomates.
A pesar de no ser una compañera de esas que dedican su vida a la pareja. Siento que por Fede le robo tiempo a todo y porque quiero, no porque las circunstancias me obligan. En realidad no es robado es exigido por mi cuerpo y mi corazón.

Con todo le he robado tiempo a lo más importante… Los que me dieron la vida, los que me formaron y los que hicieron que pudiese ser lo que soy. Mi familia quedó olvidada.
Esta es la parte que más me duele, no he visto a mis hermanitas crecer. No he ido a ningún acto del colegio en el que se hayan disfrazado de cualquier cosita graciosa. No he podido estar a la altura de ser una verdadera hermana mayor. No he podido estar con mi mamá más de dos días seguidos echándonos los cuentos o haciéndonos puchungus. No he estado en los momentos importantes de la carrera de Thierry. Mis abuelos no han compartido conmigo sus achaques o sus recuerdos de mi papá. Mis Tíos y tías no han contado con una verdadera sobrina, una que no se limite a estar con ellos en las fechas festivas. Le he robado tiempo a mi familia y eso me arruga el corazón.

Sé que crecemos, que nos volvemos adultos, que las responsabilidades cambian, pero no pensé que esto implicaría dejar de hacer casi por completo las cosas que me gustan o estar con mis seres queridos. No pensé que mi tiempo sería robado por todo y dejaría de ser mi tiempo.

Soy y ya

Mi comapañero me dijo una vez que un blog era lo que necesitaba para escribir esas tonterias que pasan por mi mente, o que pienso y siento. Pués le hice caso y aquí va.

Esta soy yo. La que se para cada mañana y lo primero que hace es fumar un cigarro, la que destesta la soledad, la que le encanta montarse en una camionetica y ver las calles de Caracas y los submundos que en ellas encuentras, la que algunas veces el silencio la atormenta, una pichón de periodista que desde su pequeña oficina intenta salvar al mundo, la que ama cocinar y se le llena el alma estar al lado de un hombre maravilloOSO. Esta soy yo descubierta por mis palabras y pensamientos. Llena de no sé qué y vacia de muchas cosas.