Ccs 22 de abril de 2008
Carlitos era niño normal, alegre y con mucha imaginación. Sus tardes las pasaba en compañía de sus primos jugando y encaramado en los árboles del patio de su abuela. Soñaba con ser un gran veterinario porque lo apasionaban los animales, en espacial aquel caballito que había visto en un libro de cuentos infantiles que tenía un cuerno en la cabeza.
Un día en el almuerzo. Al regresar del colegio. Le comentó a su mamá la admiración que sentía por el equino que había visto en sus cuentos. En sus palabras de niño le dijo que le parecía puro, amigable y muy lindo. Que quería tener uno por su cumpleaños. Su mamá sonrió con cierta sorpresa y le dijo que eso era imposible. El pensó que era un asunto económico o de espacio, pero su mamá tumbó toda expectativa al decirle que los unicornios no existían. ¿ Cómo no iban a existir? Si se veía tan real en su cuento. Pensó que seguro era una excusa más de adultos para salir del paso y despreocupado salió a jugar.
Al cabo de unas horas las palabras de su mamá volvieron a su cabeza pero tenía pensada una solución. Él asistía a un colegio católico donde le enseñaban a los niños a hablar con Dios todas las noches para hacerle peticiones y para darle gracias por la vida. ¡Claro! Si Dios ayudaba a los niños pobres y sin casa por qué no ayudarlo a él a tener su unicornio. Esa noche al acostarse realizó su oración acostumbrada pero añadió su mascota tan deseada.
El día siguiente al despertar no quería abrir los ojos por la expectativa de tener el unicornio al pie de su cama. Pero no, no estaba. Partió con un poco de desilusión pero pasó la mañana con normalidad. Al regresar del colegio ya había olvidado su petición y sin mayor afán abrió la puerta de su cuarto para dejar su bolso. El unicornio estaba ahí, un poco incomodo por el tamaño del cuarto y pisando sus carritos. Estalló de felicidad, lo acarició y jugueteó con el. Después de unos minutos pensó en llamar a su mamá para que se diera cuenta que estaba equivocada pero entendió que estos animales solo los pueden ver los niños que creen con fuerza en Dios y no hacen llorar a nadie.
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