Y me volví a encontrar mirando la calle, viendo como todo pasaba y nada ocurría, viendo como la vida seguía corriendo y yo simplemente era una observadora, sin poder hacer nada, como que los hechos no me piden permiso.
¿Qué debía hacer? ¿Seguir siendo parte de una dinámica simplemente por inercia? O plantarme firme ante los deseos de otro, mis propias expectativas y gritarles que soy la que decido, que quiero que todo sea de tal o cual manera, ¿Egoísmo? Quizás.
Necesitaba (o necesito aún) poder tomar las riendas de lo que quiero, para sonar un poco más cliché “Tomar las riendas de mi vida”.
Es fácil decirlo, pero difícil hacerlo. O dejas todos tus deseos y expectativas que arrastras desde siempre, para supuestamente ser feliz, cediendo espacios, pero con quien amas, o plantándote fuerte ante lo que no quieres, evidentemente pagando un precio caro y esperando lo que vendrá… Simplemente el dolor.
Y todo te lleva al dolor
Ceder me lleva al dolor, por frustrar lo que quiero. Plantarme me lleva al dolor, por saber que la respuesta puede ser negativa y las consecuencias (aunque suene muy duro) serán las separaciones.
En realidad no se qué pasará, no se si seguiré en pie o si la valen flojita ganará y me rendiré, o visto desde otro punto de vista, dejaré que la vida me de sus respuestas solita y me terminé de dar cuenta que simplemente, no es.
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