Tenía días queriendo escribir, pero sinceramente me daba
miedo caer en discusiones estériles, con gente que tiene bien claro lo que
quiere y en lo que cree. Tenía miedo que mis amigos y familiares chavistas (que son bastantes) me
tildaran de desclasada, burguesa, apátrida u oligarca. Tenía miedo que mis
amigos de oposición me tildaran de guabinosa, débil o ni ni.
Tenía miedo.
Como no quiero que el miedo me paralice y me quite una de las
mejores maneras de hacer catarsis que tengo, aquí voy:
No busco ser Bakunin, ni Hegel y mucho menos Marx, esta
cabeza loca no da para tanto, pero sí me gustaría sacar de mi muchas arrecheras,
insomnios y desacuerdos con lo que está
pasando, sobre todo con los niveles de agresividad en los que estamos –no en
las marchas y manifestaciones; hablo de la panadería, el supermercado, la bomba
de gasolina o la cocina de mi abuela-.
Cómo es posible que a estas alturas del partido haya gente
pidiendo sangre para que caiga este gobierno, nada justifica la muerte y menos
cuando te quedas en tu casa viendo globovisión y esperando que la sangre sea de
otros.
Cómo es posible que haya gente aplaudiendo las cosas que
opina un violador de Derechos Humanos como Álvaro Uribe, que como me lo dijo
una refugiada “es el mayor paramilitar de la historia”.
Cómo es posible que pidamos la intervención en nuestro país de los Estados Unidos, sabiendo que son los
mayores vendedores de armas en el mundo y que a costa de sus intereses van por
el planeta buscando más intereses para apropiarse de ellos.
Cómo es posible que vayan a cacerolear a la casa de
dirigentes chavistas, olvidando que en el interior hay gente, que tal vez no todos los que viven ahí son
chavistas, que los niños no entienden que significa la palabra boliburgues. No
son perritos rojos y ya. Son personas.
Pero la cosa no termina aquí…
Anoche estaba viendo La Hojilla (nunca sé por qué pero la
termino viendo. Es como esos placeres culposos de la vida. Como que me guste
Ricardo Arjona) estaban entrevistando al
hermano de uno de los hombres que murió el 15 en la noche. El periodista le
hizo una pregunta: “Cómo se siente usted al saber que quienes mataron a su hermano
son sus vecinos de los edificios burgueses de aquí de Baruta, que forman parte
de la gente que los odia ustedes por ser humildes y por vivir en el este”. Ese
hijo de puta periodista (que recuerdo bien clarito su nombre, pero que no lo
mencionaré aquí porque sería caer en lo mismo que él está haciendo) no tiene ni
idea de lo que viene después, él se va en su camioneta de vtv y ahí se quedan
los otros matándose por el odio, además sin saber si efectivamente quien mato
al hombre vive o no en los edificios.
Sé que hay mucha gente que piensa que las reivindicaciones se
ganan a punta de golpes, que los excluidos siempre son los mismos, pero no creo
que esto vaya cambiar mandando a miles de motorizados armados a hostigar a la
gente que cacerolea al frente de sus casas. La violencia no se justifica y si
quieren una lucha armada se les pasó el tiempo mi pana, la guerrilla fue en los
60 y 70, ahorita las armas las tiene la inseguridad y yo estoy segura que
ustedes no quieren más muertes por ella.
Por qué debemos leer a tanta gente diciendo que quien no está
con el Gobierno no puede trabajar en las instituciones públicas, los invito a
que busquen el significado de esa palabra. Yo trabajé con el Gobierno, me
enamoré de un proyecto, nunca le falte al compromiso y la responsabilidad que
tenía con él, además lo conozco mejor y lo defiendo más que muchos supuestos
rojos rojitos que se llenan la boca con clases trasnochadas de izquierdas y la
izquierda les queda grande. Sin mencionar el desprecio por el pobre y el
humilde que cuando marcha a su lado debe estar alejado de ellos (boliburgueses)
por sus 10 escoltas.
Tal vez hay otros que piensan como yo, solo les pido que no
traicionen por la pasión y sean coherentes con sus ideales sin caer en la
violencia, tal vez me falte calle o me sobre idealismo, tal vez este país
seguirá así llámese cómo se llame el gobierno de turno.
En fin, estoy ladillada de tanta mierda, de tanto doble
discurso, tanta agresión y de no poder dormir pensando en qué pasará mañana.