Desde que se despierta despelucado y con ganas de seguir durmiendo, me regala una mirada a medias y un montón de besitos que se confunden con mi piel y el calorcito de las cobijas que no dejan que me levante a comenzar el día. Y lo amo.
Él me saca de la apatía matutina al verlo brincar en la regadera por el agua fría e intentar despertarme con las goticas que corren por su cuerpo, mientras me enfurruño como un gato o como la osa que soy. Y lo amo.
Prepara esos panes riquísimos, que aunque de vez en cuando me queje por la cantidad de salsa, ya me conoce bastante y le pone la cantidad suficiente que me hace decir “son los mejores panes del mundo”. Y lo amo.
Entramos en la rutina laboral, que efectivamente es fastidiosa y cotidiana, pero él lo hace todo más fácil de llevar. Una miradita por aquí, un apretón de cauchitos por allá y un besito en cualquier momento. Sí, trabajamos juntos, no estamos locos –aunque me lo he planteado- , más bien es como rico verlo interactuar con todo el mundo con la mayor de las seriedades y saber que sólo yo lo tendré en mi cama, para sentirlo, tenerlo, excitarlo, en fin, hacernos el amor. Y lo amo.
Regresamos a nuestro lugar, sólo nuestro, chiquito como nuestra familia, pero nuestro. Estos momentos son de los mejores de la vida. Hacernos cariños, cosquillas, fumarnos un cigarro sin la presión de que a alguien le molestará. Ver cualquier deporte, que pude llegar a ser hasta patinaje artístico. Y lo amo.
Y llega el momento, EL MOMENTO, bajo la sombra del Ávila y nuestras miradas, nos encontramos tal cual somos, sin poses ni máscaras, solamente con nuestro deseo como compañía y el placer como aditivo. Y lo amo.
Me duermo a su lado, sabiendo que tengo al lado a mi compañero y amigo. Y lo amo.
Después de años juntos, de kilómetros recorridos, de momentos compartidos, de noches entrelazadas, lo sigo viendo como lo mejor que me ha pasado. Que evidentemente no todo es color de rosas, sí, han habido bajones, pero aquí estamos, aquí seguimos. Y lo amo.
Desde que se despierta despelucado y con ganas de seguir durmiendo, me regala una mirada a medias y un montón de besitos que se confunden con mi piel y el calorcito de las cobijas que no dejan que me levante a comenzar el día. Y lo amo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario